Transformar Barcelona imaginando el futuro
30.06.2017
El siglo XXI, se ha dicho, no será el siglo de los imperios ni de los estados, sino el de las ciudades. Son las grandes ciudades, las regiones metropolitanas, quienes tendrán que lidiar en primera línea con fenómenos globales como la revolución tecnológica, el cambio climático, las desigualdades o la especulación urbana.
Gerardo Pisarello, Primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona
La ciudad está llamada a ser el faro de una economía más plural y de un nuevo urbanismo progresista
El siglo XXI, se ha dicho, no será el siglo de los imperios ni de los estados, sino el de las ciudades. Son las grandes ciudades, las regiones metropolitanas, quienes tendrán que lidiar en primera línea con fenómenos globales como la revolución tecnológica, el cambio climático, las desigualdades o la especulación urbana.
En el último año, la economía de Barcelona ha crecido más de un 3%. Los índices de empleo son los más altos desde el 2009. La creación de empresas, las exportaciones y las inversiones productivas también se han multiplicado. Muchos de estos cambios se están produciendo con la complicidad activa del gobierno municipal. Pero las mejoras no llegan al conjunto de la ciudad.
Por eso, en estos dos años de mandato hemos tenido que emplearnos a fondo para realizar actuaciones y alcanzar acuerdos que sirvan para preservar la cohesión y garantizar la justicia social. Gracias a ello, la inversión social ha aumentado un 50%. El presupuesto para políticas de vivienda se ha cuadruplicado. Han crecido las ayudas a las familias, las becas comedor, el acompañamiento a jóvenes y personas en paro de larga duración. Se ha puesto en marcha una política fiscal progresiva, sensible con los autónomos, el comercio de proximidad y la gente más golpeada por la crisis. Se han destinado 150 millones de euros a un Plan de Barrios que está actuando en las zonas más desfavorecidas de la ciudad y se están aplicando políticas pioneras en el desarrollo de proximidad.
Obviamente, esto es solo una parte. En estos dos años también se ha abierto un debate valiente sobre la necesidad de regular el turismo para garantizar su sostenibilidad futura, o sobre la importancia de que nadie en la ciudad cobre un salario menor a mil euros. Pero sabemos que no basta. Que gobernar Barcelona exige sentar las bases de un proyecto innovador, ilusionante, a diez años vista.
Hay temas de futuro que despiertan inquietud entre mucha gente. La revolución tecnológica es uno de ellos. Nuestro reto es mostrar que podemos impulsar la robótica, la inteligencia artificial, y a la vez capacitar a la población para que nadie quede excluido. Barcelona tiene que poder ser una ciudad digital cálida, no tecnocrática. Una ciudad que utilice la tecnología en código abierto y que la ponga al servicio de las personas y no al revés. Podemos hacerlo. Tenemos centros de investigación punteros y un gran talento social que hay que aprovechar.
La innovación digital debería impregnar el conjunto de las políticas públicas. Como la movilidad. En estos años, la lucha contra la contaminación y por la mejora de la calidad del aire ha sido una prioridad. En poco tiempo se han recuperado autobuses de barrio, se ha apostado por la conexión del tranvía, se ha aumentado el número de carriles bici, el metro llegará a La Marina. Pero hay que ir más allá. Barcelona tiene que ser una referencia mundial en materia de innovación tecnológica y movilidad sostenible. Y no solo eso. También debe ser la capital de la transición energética y de la economía verde y circular. En el 2018, de hecho, se pondrá en marcha el operador energético municipal más grande del Estado. Y en el 2019 habrá 40 hectáreas más de zonas verdes, que deberían ser 165 en el 2030. Se trata de medidas clave para ganar en justicia ambiental. Pero también de magníficas oportunidades para las empresas y la ciudadanía en general.
REPENSAR URBANÍSTICAMENTE LA CIUDAD
Muchos de estos retos exigen repensar urbanísticamente la ciudad. Repararla, rehabilitarla, impulsar nuevos proyectos. Glòries, La Sagrera, el eje Besòs o el delta del Llobregat son espacios para la innovación social, cultural y ambiental. Pero también zonas como Montjuïc o el frente litoral, cuyas potencialidades son enormes.
Barcelona está llamada a ser el faro de una economía más plural y de un nuevo urbanismo progresista europeo. Un urbanismo de proximidad, con perspectiva de género, innovador y ambicioso a la vez. Para conseguirlo, deberá pensar sus grandes retos en clave metropolitana. Y seducir a muchos actores. A empresas pequeñas, medianas y grandes. A la economía social y al mundo cooperativo. A la gente que vive de su trabajo, a las personas autónomas, a las que investigan o hacen ciencia. A la juventud y a las personas mayores. A los barrios. A otras ciudades del mundo. Es un proyecto colosal. Pero si somos capaces de imaginarlo juntos, tendremos el poder de llevarlo adelante.
[Publicado en El Periódico, 27 de junio 2017]